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jueves, 15 de marzo de 2012

Rubik Restobar: las caras de un cubo

Un nombre sugerente es la antesala de lo que esperamos sea una agradable noche capitalina en un barrio que se destaca por su longevidad y contemporaneidad.
Foto tomada de Facebook

La velada transcurre en una vieja casona, de fachada continua y angosta entrada, donde se escribe una historia llena de geometría y formas absolutas que se funden con la orgánica de los sentidos y con los anhelos de quienes formamos parte de su espacio temporal.

Nos recibe un largo pasillo de distribución. Al recorrerlo, es posible notar que los paneles de los muros, que en alguna época delimitaron la construcción en su interior, fueron removidos. Al descubierto queda un entramado de pies derechos, que si bien, alivianan y amplían visualmente la estrechez del espacio, no permiten una circulación libre, lo que sería ideal.

Como para tropezarse, a la salida del pasadizo de acceso, existe una suerte de escultura en fierro, que más que aportar al entorno, entorpece y destiñe.

Cuando el espacio por fin se amplía ante nuestra presencia, es posible distinguir la barra del bar. Está ubicada en un área que podría decirse, constituye el centro de atención de todo el lugar. Sin embargo para cumplir con tal honor, es necesario ser digno y este no es el caso, ya que si bien la barra es una exquisita pieza escultórica realizada en madera noble, sólida, autóctona y con detalles correctos realizados en fierro, no se condice en lo absoluto con la arquitectura interior que predomina.

Que la barra del bar no establezca vínculos estilísticos con quien tiene el deber del acogerla puede no ser un problema, ya que por lo general estas barras son consideradas piezas de diseño y estilo por si mismas, sin embargo, se agradecería el intento por generar una conversación fluida y continua de los elementos que uno tiene que observar durante su estadía en el lugar.

Ahora bien, si bajo mi perspectiva, la barra del bar ya se encuentra en una situación un poco inestable en lo que a integración arquitectónica se refiere, la decoración de la cual fue víctima, no hace mas que condenarla. Adornada al más puro estilo dormitorio de “puber rebelde” con afiches de recitales y tocatas, colecciones varias, recuerdos, me recuerda los mejores años de añorado dormitorio, sin embargo yo sí tenía el derecho de tenerlo asi, simplemente porque era un púber rebelde.

Frente a la barra del bar, en un muro superior, se puede apreciar una pintura mural a la cuál podría y desearía como un ejercicio creativo, atribuirle infinitas funciones, entre ellas, adornar el lugar, cubrir un área ociosa, pagar una deuda con algún artista amigo de la casa, servir de inductor lisérgico para quienes no tienen donde fijar su mirada, en fin, el objetivo no me queda claro, o bien el que nos plazca. Menos su estilo, que recorre desde lo pachamámico, pasando por lo onírico, callejero, infantil, todo lo anterior con una fuerte influencia de historieta animada en un estilo de comic a lo nickelodeon.

Más allá de lo concreto, existen estímulos que son capaces de abstraernos del entorno  físico, uno de ellos es la música. El bar nos ofrece la oportunidad de disfrutar de ella en formato envasada, que incesante y diversa, se proyecta alrededor de la barra, transportándonos en el tiempo a los prolíficos años ’90.

Cuando la rutina del estéreo se ve interrumpida, es posible deducir que el contrabajo apoyado en una ventana y la escueta batería, que se asoma desde un rincón, no son de utilería.

Debo mencionar que en lo personal, siento que la música en vivo, es una atracción en sí mismo, considerando que tenemos la posibilidad de ser testigos de la ejecución de un arte en un momento de tiempo y espacio presente. Ahora bien, si ésta es un jazz, ejecutado con técnica eximia y con una humildad por parte de sus integrantes que solo la encuentras en un conservatorio, debemos ser agradecidos. Muchas gracias Rubik por el jazz concedido.

La actitud, la presencia y la individualidad estilística, diversa y definida de cada uno de quienes hacen posible que el bar funcione, le otorga un valor conceptual y estético que aprecio bastante. La simpatía, el buen trato, la diligencia y el profesionalismo que también poseen, los hacen sencillamente invaluables.


Rubik Restobar: Seminario 515. Providencia