viernes, 16 de marzo de 2012

El Diablito de Lastarria


"MICHELADA ES CRIMEN" ora una frase que representa lo que para un enólogo sería mezclar un vino reserva con coca-cola, y lo que para mí es ponerle sal, limón y tabasco a una pilsen.
Luego de una tarde en el museo y su relajo en el Parque forestal con una buena amiga, ella me comenta que tiene ganas de tomarse una michelada. Le argumento lo que es para mi semejante brebaje, pero hace caso omiso; sobre gustos no hay nada escrito.
Me dice: “te voy a llevar a una picá” y me pregunta si conozco "El diablito" (lugar que frecuenta para tomarse el experimento en cuestión).
¿Venden cervezas artesanales? -Sí.
Nos vamos caminando por este hermoso barrio que deslumbra por su limpieza en un Santiago sucio y hediondo, como una suerte de primer mundo al lado del cerro Santa Lucía.
Llegamos a Merced 336 y entramos a este bar que pasa desapercibido. Una sensación de meterse por el ropero de Narnia deja el pasar por la puerta. Las paredes y pilares del lugar están atiborrados de antigüedades, máquinas de coser y de escribir, armas antiguas. Letreros de los años cincuenta decoran, sobre cargadamente, el pasillo largo y angosto de casa remodelada. Llama mucho la atención, no te cansas de descubrir lo que pende de los muros en medio de la falta de luz natural.
Nos sentamos en una mesa pequeña pero acogedora. Y entonces llega el garzón con la carta. La oferta de cervezas no es muy generosa y dentro de las buenas hay: Guayacán, Capital en botella y schop entre otras. Mi amiga se pide su experimento y yo una Guayacán rubia, servida en vaso frío. Un ventilador a todo motor sacando el humo de fumadores podría causarte un resfrío, por lo que la recomendación es que si van, lleven polerón.
La velada transcurre entre una buena conversación y los comentarios obligados de los adornos que nos rodean, objeto de deseo de los cazadores de tesoros del History Channel.
La atención es demorosa y despreocupada, a pesar que el dueño ronda el lugar inspeccionándolo. Pedimos algo para comer entre una variedad considerable de sándwichs, platos y tablas. Ahora es el turno de un schop de medio Capital, aunque termino defraudado por el sabor desvanecido y aguado. No hay ánimo para otra más, a pesar que los precios son bastante razonables para un barrio caro.
Una experiencia compleja pasar por esta fuente de soda, la cuenta se demora en llegar, nos retiramos, dejamos la propina obligada y afuera el aire tibio de Santiago nos da el respiro de volver al mundo real.



Bar Restaurant El Diablito
Merced 336, local 2
Sitio web: El Diablito